"Quid est ergo tempos, si nemo ex me quaerat, scio
Si quaerenti explicaro velim, necio"
San Agustín, Confesiones
¿Qué es pues el tiempo?, San Agustín, en el libro XI de sus "confesiones", aborda este problema al hablar de las aporías del tiempo, la primera, la medida del tiempo, la segunda, más apremiante: su esencia, ¿El tiempo és por que lo percibimos y lo medimos?,¿ o no es ninguna manera por que no lo podemos percibir más allá de nuestra conciencia? Esta pregunta, para San Agustín encierra su secreto en un lugar más íntimo; el alma del ser humano
A la par de este enigma existe otro en total relación: cómo aborda el lenguaje el problema del tiempo. Esta pregunta no es banal, ya que en cierto modo el idioma que hablamos, y la tradición cultural que compartimos determinan nuestra manera de comprender la realidad y nuestra concepción de la temporalidad. El papel determinista del idioma se observa con gran claridad en el idioma distante de los tojolabales, una muestra de la diversidad linguísitica de nuestro país. Los tojolabales conocen otra forma de hablar de pasado, presente y futuro; el futuro se relaciona con "lo que está detrás", por que no lo podemos ver; el pasado se relaciona con "lo que está delante", como si fueramos caminado hacia atrás, enfrentando lo desconocido, que és el futuro, valorando lo ya vivido, el pasado.
La noción de antes, durante y después es prerrogativa del ser humano, todos tenemos esperanzas, angustias, deseos y todos estos sentimientos sólo puede tenerlos un ente que se mueve "en el tiempo". Es claro que los animales no perciben el tiempo de la misma manera, prtobablemente sólo vivan en un perpetuo reconocimiento que no alcanza la abstracción; en cambio el ser humano es un "animal no determinado, aún no enteramente ubicado" como diría Nietzsche.
El ser humano es el único ser "Histórico", al sabernos condenados a morir, nuestra vida y nuestras obras adquieren una significación trascendente. Jorge Luis Borges imaginó la ciudad de los inmortales, donde sus habitantes no conocen más que un presente imperecedero, ya que al desconocer la muerte, no existen ni un pasado ni un futuro que signifiquen algo.
Los antiguos griegos concebían dos palabras para nombrar el tiempo "CHRONOS", y "KAIRÓS". La primera se refiere al tiempo cronológico y secuencial, aquel que es cualitativamente igual en todo momento; la segunda tiene un significado especial, se refiere al "momento justo", aquel en que todo conjura para que algo especial suceda, un tiempo indeterminado que requiere especial agudeza para reconocerlo; el "aquí y ahora". Kairós hace su aparición al encontrar el amor, por ejemplo, o cuando tenemos conciencia de que las cosas fueron como tenían que ser, y no de otra manera. El kairós no es cualitativamente igual al chronos, es un tiempo especial que no conoce de mediciones ni de calendarios, es un tiempo "fuera del tiempo".
Los tiempos verbales no son la única manera en que el lenguaje articula el tiempo. Al hablar de la nostalgia y la rememoracion, el dolor de la memoria y el olvido, estamos hablando de la experiencia del tiempo. Esta experiencia se conibe de manera diferente en distintas lenguas, el idioma español, por ejemplo, concibe la diferencia entre el "ser" y "estar", sutileza linguistica de dificil comprensión para, por ejemplo, los anglosajones, mientras el "ser" se refiere a la pérmanencia, el "estar" es fugaz, no es más que un estado de la realidad. Otro ejemplo lo tenemos en la hermosa palabra portuguesa "SAUDADE", voz intraducible a otro idioma que se refiere a algo así como "nostalgia del pasado", nostalgia de lo que pudo ser y no fue, nostalgia de la propia nostalgia.
No debemos menosprecial la capacidad del idioma de narrar en el presente sucesos que no son más que territorio de la memoria, ni la capacidad extraordinaria de nombrar tiempos verbales que son territorio del futuro y por lo tanto del azar y de lo insondable. ´¿Es acaso lícito hacer afirmaciones sobre el futuro remoto?, para el critico literario George Steiner, tal vez no lo sea, como observa en su obra maestra Despúes de Babel, "Me vuelvo a ver cerca de una ventana abierta, invadido por un pavor físico ante el pensamiento de que "ahora", y de pie como estaba, en un lugar muy ordinario me estaba permitido pronunciar frases a propósito de los arboles que tenía enfrente y sobre el clima que habría allí en cincuenta años ".
Steiner experimenta el vértigo que se advierte cuando se habla de millones de años luz en el futuro o de números infinitamente grandes: la capacidad del idioma de nombrar estos infinitos tiene un poder casi mágico, no olvidemos que en la tradición judeocristiana el poder creador de la divinidad proviene de su capacidad de articular palabras, cuando dice "FIAT LUX", (hágase la luz), inmediatamente "FACTA EST LUX", se hizo la luz. La capacidad de los adivinos y de los druidas de designar lo oculto es una muestra de esto. A menudo, por un acercamiento etimológico, descubrimos incluso que esta concepción del idioma y de lo mágico ha estado en la cultura por mucho tiempo, "Considerar" por ejemplo, no significa otra cosa que "ponerse en relación con las estrellas".
A la par de este enigma existe otro en total relación: cómo aborda el lenguaje el problema del tiempo. Esta pregunta no es banal, ya que en cierto modo el idioma que hablamos, y la tradición cultural que compartimos determinan nuestra manera de comprender la realidad y nuestra concepción de la temporalidad. El papel determinista del idioma se observa con gran claridad en el idioma distante de los tojolabales, una muestra de la diversidad linguísitica de nuestro país. Los tojolabales conocen otra forma de hablar de pasado, presente y futuro; el futuro se relaciona con "lo que está detrás", por que no lo podemos ver; el pasado se relaciona con "lo que está delante", como si fueramos caminado hacia atrás, enfrentando lo desconocido, que és el futuro, valorando lo ya vivido, el pasado.
La noción de antes, durante y después es prerrogativa del ser humano, todos tenemos esperanzas, angustias, deseos y todos estos sentimientos sólo puede tenerlos un ente que se mueve "en el tiempo". Es claro que los animales no perciben el tiempo de la misma manera, prtobablemente sólo vivan en un perpetuo reconocimiento que no alcanza la abstracción; en cambio el ser humano es un "animal no determinado, aún no enteramente ubicado" como diría Nietzsche.
El ser humano es el único ser "Histórico", al sabernos condenados a morir, nuestra vida y nuestras obras adquieren una significación trascendente. Jorge Luis Borges imaginó la ciudad de los inmortales, donde sus habitantes no conocen más que un presente imperecedero, ya que al desconocer la muerte, no existen ni un pasado ni un futuro que signifiquen algo.
Los antiguos griegos concebían dos palabras para nombrar el tiempo "CHRONOS", y "KAIRÓS". La primera se refiere al tiempo cronológico y secuencial, aquel que es cualitativamente igual en todo momento; la segunda tiene un significado especial, se refiere al "momento justo", aquel en que todo conjura para que algo especial suceda, un tiempo indeterminado que requiere especial agudeza para reconocerlo; el "aquí y ahora". Kairós hace su aparición al encontrar el amor, por ejemplo, o cuando tenemos conciencia de que las cosas fueron como tenían que ser, y no de otra manera. El kairós no es cualitativamente igual al chronos, es un tiempo especial que no conoce de mediciones ni de calendarios, es un tiempo "fuera del tiempo".
Los tiempos verbales no son la única manera en que el lenguaje articula el tiempo. Al hablar de la nostalgia y la rememoracion, el dolor de la memoria y el olvido, estamos hablando de la experiencia del tiempo. Esta experiencia se conibe de manera diferente en distintas lenguas, el idioma español, por ejemplo, concibe la diferencia entre el "ser" y "estar", sutileza linguistica de dificil comprensión para, por ejemplo, los anglosajones, mientras el "ser" se refiere a la pérmanencia, el "estar" es fugaz, no es más que un estado de la realidad. Otro ejemplo lo tenemos en la hermosa palabra portuguesa "SAUDADE", voz intraducible a otro idioma que se refiere a algo así como "nostalgia del pasado", nostalgia de lo que pudo ser y no fue, nostalgia de la propia nostalgia.
No debemos menosprecial la capacidad del idioma de narrar en el presente sucesos que no son más que territorio de la memoria, ni la capacidad extraordinaria de nombrar tiempos verbales que son territorio del futuro y por lo tanto del azar y de lo insondable. ´¿Es acaso lícito hacer afirmaciones sobre el futuro remoto?, para el critico literario George Steiner, tal vez no lo sea, como observa en su obra maestra Despúes de Babel, "Me vuelvo a ver cerca de una ventana abierta, invadido por un pavor físico ante el pensamiento de que "ahora", y de pie como estaba, en un lugar muy ordinario me estaba permitido pronunciar frases a propósito de los arboles que tenía enfrente y sobre el clima que habría allí en cincuenta años ".
Steiner experimenta el vértigo que se advierte cuando se habla de millones de años luz en el futuro o de números infinitamente grandes: la capacidad del idioma de nombrar estos infinitos tiene un poder casi mágico, no olvidemos que en la tradición judeocristiana el poder creador de la divinidad proviene de su capacidad de articular palabras, cuando dice "FIAT LUX", (hágase la luz), inmediatamente "FACTA EST LUX", se hizo la luz. La capacidad de los adivinos y de los druidas de designar lo oculto es una muestra de esto. A menudo, por un acercamiento etimológico, descubrimos incluso que esta concepción del idioma y de lo mágico ha estado en la cultura por mucho tiempo, "Considerar" por ejemplo, no significa otra cosa que "ponerse en relación con las estrellas".
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