¿Dónde está, oh muerte, tu victoria? ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? Cor. 15 54-58 (Pasaje que forma parte del Réquiem de J. Brahms)
“Quise quedarme un rato junto a la Ventana del sótano Schubert y sólo Schubert, me dije Era la vida, Sólo su música contenía el secreto de Mantenerme con vida.” O. Sacks “Musicofilia”
Todo el pensamiento de Schopenhauer está guiado por una sola idea inevitable; el sufrimiento es inherente a la vida, y es inherente por que la vida es un continuo desear y deseo es sufrimiento. No puedo contradecir a Schopenhauer en este punto, pareciera que como Sísifo, estamos continuamente afanosos por cargar una piedra con el único fin de tirarla desde una cima y recomenzar de nuevo y así hasta que la muerte finalmente pone fin a nuestros dolores; estamos a la búsqueda de la satisfacción de nuestros deseos y esto solo puede tener dos desenlaces; el primero que lo consigamos y caigamos en la paradoja de que lo que tanto anhelábamos no nos proporciona felicidad constante y perdurable, la segunda de las posibles consecuencias es que nunca consigamos el objetivo deseado y por lo tanto nuestra vida no sea más que un vislumbrar el horizonte de una felicidad postergada. Todo esto es consecuencia en su pensamiento, en el que el mundo no es más que la representación del sujeto y por lo tanto no hay una separación esencial entre sujeto y objeto.
Schopenhauer retoma el camino andado por Kant, quien postuló la distinción –el giro Copernicano, el nuevo paradigma- entre la cosa en sí y la cosa para mí, para Schopenhauer es el fenómeno el que se opone a la cosa en sí, el “ser interior de las cosas”, el único modo filosófico de ver el mundo sería dejar de preguntarse por el “de donde, adónde y por qué” sino exclusivamente por el qué del mundo, preguntarse por las cosas no en relación a alguna otra cosa sino en su esencia.
Es claro que estas ideas vienen de fuentes muy diversas; entre ellas el pensamiento oriental –representado por las filosofías hinduistas y budistas-, el pensamiento platónico que se pregunta por las formas arquetípicas y por supuesto Kant, es posible que conociera la enseñanza del Buda en la que dice que preocuparse por la existencia o no de un Dios, o de un origen primero y esencial, sería tanto como si una persona herida por una flecha se cuestionara por la madera del proyectil, el nombre del arquero, el nombre de sus hijos… entonces el sufrimiento es la verdad más evidente “sufro luego existo” pero ¿porqué el sufrimiento?, aventura la respuesta de que el sufrimiento sobreviene por una falta de perspectiva que es consecuencia del principium individuationis; sufrimos porque no conocemos la realidad, solo su apariencia y esa ignorancia nos genera sufrimiento.
De nuevo leemos a Schopenhauer en clave oriental: para el pensamiento Budista la ignorancia es la clave del sufrimiento, esta ignorancia se centra en que:
Creemos que las cosas están separadas entre sí, cuando en realidad todo conforma una unidad.
Creemos que la realidad está destinada a permanecer cuando todo se encuentra dominado por la no-permanencia
Creemos que las cosas tienen una identidad sustancial cuando en realidad no la tienen sino que se encuentran en un cambio constante
Estas realidades: no-permanencia, inexistencia, generan sufrimiento (Dukha en Sánscrito) porque estamos todo el tiempo motivados por nuestros deseos.
En “El amor, las mujeres y la muerte” Schopenhauer confirma con creces este pensamiento; “todo deseo nace de una necesidad, de una privación, de un sufrimiento. Satisfaciéndolo se calma. Más por cada deseo satisfecho ¡Cuantos sin satisfacer¡, Además, el deseo dura largo tiempo, las exigencias son infinitas, el goce es corto y mezquinamente tasado”. Schopenhauer no da cuartel, nuestra situación es lamentable y lo más que podemos hacer es olvidarnos momentáneamente de esta (a menos que emprendamos el camino de la renuncia absoluta, el cual describe en la parte final de “El mundo como voluntad y representación”) sin embargo encuentra una virtud sutil que se desprende del arte (en general) que es la capacidad de observar al hombre y al mundo en su carácter trágico, cómico, patético…pero desde el punto de vista del observador imparcial, un vistazo desinteresado a nuestra propia naturaleza como si no estuviéramos implicados en esa historia, de hecho, el mismo Schopenhauer relata cómo cuando era joven “se esforzaba en representarse todos sus actos como si se tratase de otro “probablemente para gozar más de ellos” (no puedo negar que yo también lo he intentado) a continuación trataré de descifrar, entender el pensamiento de Schopenhauer respecto al arte, partiendo del hecho de que por obvias razones él tuvo mucho más contacto con el arte Occidental de su tiempo que con el arte de otras regiones del mundo; ¿El pensamiento de Schopenhauer respecto del arte se puede entender en un sentido universal? Es decir ¿todo el arte humano en su universalidad sirve para echar una mirada desinteresada a los afanes de la vida, hacerlos aparecer llenos de interés y de encanto?, las cosas solo tendrán atractivo en tanto que no nos atañan…si nos viéramos implicados en la trama ya no nos parecería tan graciosa la historia. En “El amor…” nuestro autor se enfrasca en un análisis de cada una de las bellas artes a la luz de su pensamiento:
La pintura: Esta nos agrada porque nos da la oportunidad de echar una mirada desinteresada al mundo; las cosas no tienen atractivo sino en tanto que no nos atañen, para él la vida no es bella, sólo es bella cuando se representa en un cuadro o una pintura. Schopenhauer no pudo conocer, por supuesto, las corrientes artísticas que surgirían a finales del siglo XIX y en el siglo XX, en éstas corrientes no se está representando propiamente una escena de la vida, o de la mitología, este es el arte subjetivo: cubismo, impresionismo, surrealismo..¿sigue teniendo vigencia el pensamiento se Schopenhauer?, si concedemos que ahora el artista está representando su mundo interior como una manera de expresión, pero que tiende a la universalidad probablemente si siga teniendo vigencia la idea de S., es decir cuando yo veo “El grito” o “El Guernica”, sigo asomándome al dolor universal, pero sigo siendo un mero espectador y por lo tanto lo puedo tolerar.
La poesía: Para S. el poeta es el hombre universal, el espejo de la humanidad quien tiene licencia para cantar la voluptuosidad o el misticismo, revolcarse en el fago o volar en las alturas… a mi parecer esto sigue siendo vigente tanto en la poesía que vino después de S. como en las expresiones poéticas que conoció poco o nada (la obra poética de los pueblos de Mesoamérica, por ejemplo), la poesía tiene el don y la capacidad de representar la tragedia de la vida humana y su castigo de un modo transversal: si el pecado es existir y el culpable es todo ser viviente, no importa sobre quien recaiga el castigo porque todos somos culpables, todos somos el mismo. (ta tvam asi)
La comedia y el drama: me parece una idea muy interesante de S. aquella en la que expresa que la humanidad vista en su conjunto siempre nos resultará trágica, pero vista en su individualidad siempre tendrá aires de comedia, cuando nos enfrentamos a las incidencias cotidianas difícilmente nos enfrentamos a momentos profundos de luz u oscuridad desesperantes, al final de nuestra vida tal vez hagamos un recuento y tengamos que afrontar con resignación el estado de resultados pero hoy por hoy no me preocupa otra cosa más que llegar temprano a casa y prepararme una rica cena. Toda la obra artística posterior a S. confirma a mi parecer esta idea, aún con todas las corrientes artísticas e ideas originales que han sobrevenido… dice Borges que toda la historia de las historias se reducen a la repetición de dos o tres temas recurrentes… a lo mucho. La arquitectura: S. jerarquiza las artes, para él “La arquitectura es inferior. Es la objetivación de la voluntad como un oscuro inconsciente y mecánico impulso de la materia, que sin embargo manifiesta en su interior la lucha o conflicto, la arquitectura “música congelada” solo representa el contexto donde se desenvuelve el drama humano, o el drama de la voluntad es. XX o escuelas como la de Bauhaus donde priva la sencillez y se interpreta el lujo como una afrenta, podemos suponer que este tema no le habría interesado mucho.
La música: Dice Simone de Beauvoir que cuando era adolescente, los libros la salvaron de la desesperación, y que esto fue lo que la persuadió de que la cultura es el más alto de los valores y por lo tanto, es incapaz de considerar esta convicción con mirada crítica , yo afirmo lo mismo respecto de la música, no hay forma en que sea imparcial cuando hablo de música, me apasiona demasiado. De lo que afirma en “El amor…” pareciera que S. comparte esa pasión profunda por la música, de su jerarquización de expresiones artistas la música ocupa el lugar más alto, para él la música es la expresión de la esencia de “la cosa en sí”, nunca del fenómeno y por lo tanto es una manifestación de la voluntad misma, nunca es aplicable solo a un fenómeno del alma en cuanto a su individualidad, nunca expresa “la alegría de A o la tristeza de B” expresa la misma alegría, la misma tristeza el dolor o el espanto, es manifestación de la esencia sin tener que estar en relación con alguna otra cosa, y sin embargo todos (o casi todos) nos conmovemos en determinado momento por ella. En “El mundo...” S. nos dice que la en la melodía reconocemos la historia íntima de la voluntad consciente de sí misma expresada de forma universal, es decir que la música es el canal por medio del cual tenemos acceso, al menos por un momento, a lo que se encuentra detrás del Velo de Maya, el mundo sin epifenómenos sino como una unidad, como cuando parecemos estar al acecho de una profunda revelación metafísica pero nos quedamos en la orilla del océano, apenas vislumbrando aquello que no somos capaces de comprender.
¿En que se parece una melodía a la vida?, para S. es una desviación de la tónica “a través de mil extravíos admirables”, para llegar a la disonancia, al clímax donde volvemos a la tónica y finalmente apaciguamos la voluntad. ¿Qué diría S. de las composiciones atonales de Schönberg?, por no hablar de los experimentos de sonido 13 de J. Carrillo (refiriéndose a los micro tonos es decir aquel que puede encontrarse entre un do y un do sostenido), a la luz de su pensamiento esto podría ser un mero experimento o bagatela o una afirmación del vacío que se esconde detrás de todo fenómeno, ¿si alguien es capaz de conmoverse por una obra atonal, no significa esto una confirmación de que la música es el arte más abstracto y por lo tanto el más cercano a “la cosa en sí”?, pero sigamos viendo que piensa S. de la música. Para S. la acción del compositor es una verdadera inspiración, manifiesta algo que no le viene del el mismo como individuo sino “de fuera” (aunque en realidad S. diría que la voluntad es una misma objetivada en el fenómeno del individuo), el compositor expresa algo que ni el mismo comprende, solo sería un canal para transmitir una esencia; la esencia del mundo.
Sigue manifestándose el efecto del arte como aquello que presta voz a nuestras agitaciones más íntimas pero fuera de la realidad objetivada, por lo tanto libres del sufrimiento concreto, la música es por lo tanto el canal más directo porque es el más abstracto y universal: “la música constituye una revelación más alta que ninguna filosofía” dice L.V Beethoven, yo comparto con Schopenhauer el asombro de que la conformación de la armonía en dos tonalidades pueda expresar por lo menos y con nítida claridad dos emociones: la alegría y la tristeza, el acorde mayor y el acorde menor (lo que define que un acorde sea mayor o menor es la tercera, si esta es una tercera bemol, el acorde será mayor p.ej C-Eb-G conforman un C menor y C-E-G conforman un C mayor), de forma puntual y extraordinaria un acorde menor siempre va a ser oscuro y melancólico, y un acorde mayor siempre será alegre o al menos “contento”.
S. hace un esbozo de etnomusicología cuando nos recuerda que los pueblos del norte generalmente tienen una tendencia al bemol, porque su vida es dura y áspera, por otro lado (esto no lo dice S.) Los pueblos de tierras más cálidas tenderían a componer música con acordes mayores y en ritmos más alegres. Hoy en día tenemos accesos a música de todo el mundo; música hindú (que no puedo dejar de preguntarme si Schopenhauer habrá tenido accesos a ella), música africana, mesoamericana etc… no podemos negar que la música de cada región del mundo parece contener en sus sonidos el alma inexpresable de cada pueblo pero lo que es aún más sorprendente es que seamos capaces de conmovernos por la música de regiones lejanas, como si la música trascendiera todo lenguaje.
Para S. la sinfonía es la expresión más alta de la música (alemán, europeo, post-romántico) dice que “una sinfonía de Beethoven nos descubre un orden maravilloso bajo un desorden aparente, es como un combate encarnizado, que un instante después se resuelve en un hermoso acorde” , a través de la sinfonía (y esto es cierto) hablan todas las pasiones y todas las emociones humanas alegría, tristeza, amor, odio, espanto, esperanza… todo esto con matices infinitos y sin embargo enteramente abstractos, coherente hasta el fin, Schopenhauer recomienda ampliamente el goce de la música, el goce sincero porque es algo semejante a “un baño del alma que purifica de toda mancha, de todo lo malo y mezquino, y pone al hombre de acuerdo con los más nobles pensamientos de que es capaz”, coherente hasta el fin nos sugiere que la música nos quiere recordar algo; que la vida de todos no es más que el sueño de algún espíritu eterno y que cada muerte es, en realidad, un despertar.
¿Puede la música redimirnos? Para S. es claro que no, al final de cuentas la única forma de librarse del apetito infinito es, paradójicamente, dejar de sentir apetito y para lograr esto no hay otro camino que atreverse, de forma constante y disciplinada, a negarse toda satisfacción del deseo, esta es la idea final que cierra la exposición de “El Mundo Como Voluntad y Representación”, la única vía es la del ascetismo, no deja de ser llamativo el hecho de que para un sistema de pensamiento que no contempla a Dios ni a alguna realidad superior, la única vía para cesar de sufrir es la misma que para aquellos esquemas que contemplan a Dioses, por eso mismo S. veía en la religión Cristiana alguna que otra cosa de valor.
Me parece que el pensamiento de Schopenhauer es uno en el que podemos abordar casi cualquier tema (el amor, la política, la religión, el arte) y leerlo en clave “Schopenhaueriana”, esto ocurre porque es una filosofía que se asiente firmemente en un punto clave: la única realidad última es la voluntad. Nuestras vidas, nuestros anhelos y nuestros egoísmos mezquinos no son más que manifestaciones de esa voluntad que en este mundo se manifiesta como una voluntad irracional y sin sentido que se afirma en el mero vivir; nada es lo que aparenta (Schopenhauer el lector de los Vedas); el amor no es amor, es una celada de la naturaleza… el arte nos conmueve porque es universal, no me habla a mí, le habla a lo universal que hay en mi… la política, no es más que el juego de los egoísmos contrapuestos… la justicia es el modo de contener al más fuerte sobre el más débil… y un largo etcétera, si otorgamos crédito a la idea originaria todo lo demás tiene sentido, como un edificio que se asienta firmemente sobre un cimiento que puede o no ser real. Elegí hablar de la música porque no puedo negar que es una fuerza tremenda que nos mueve, aun cuando no seamos conscientes de ello, baste mirar a las personas en un concierto donde, parafraseando a Cortázar: “se vive la ilusión de estar juntos al margen del mundo. La creación de una atmósfera donde la música afloja las resistencias y teje como una respiración común, la paz de un solo enorme corazón latiendo para todos, asumiéndolos a todos” , Schopenhauer el misántropo se conmueve ante la belleza de la música. Al final, tomemos o no el camino del asceta, podemos acceder si nos damos la oportunidad a esa otra realidad “la que de verdad nos importa” y redimir -aunque sea por un momento- todo el dolor del mundo.
Schopenhauer retoma el camino andado por Kant, quien postuló la distinción –el giro Copernicano, el nuevo paradigma- entre la cosa en sí y la cosa para mí, para Schopenhauer es el fenómeno el que se opone a la cosa en sí, el “ser interior de las cosas”, el único modo filosófico de ver el mundo sería dejar de preguntarse por el “de donde, adónde y por qué” sino exclusivamente por el qué del mundo, preguntarse por las cosas no en relación a alguna otra cosa sino en su esencia.
Es claro que estas ideas vienen de fuentes muy diversas; entre ellas el pensamiento oriental –representado por las filosofías hinduistas y budistas-, el pensamiento platónico que se pregunta por las formas arquetípicas y por supuesto Kant, es posible que conociera la enseñanza del Buda en la que dice que preocuparse por la existencia o no de un Dios, o de un origen primero y esencial, sería tanto como si una persona herida por una flecha se cuestionara por la madera del proyectil, el nombre del arquero, el nombre de sus hijos… entonces el sufrimiento es la verdad más evidente “sufro luego existo” pero ¿porqué el sufrimiento?, aventura la respuesta de que el sufrimiento sobreviene por una falta de perspectiva que es consecuencia del principium individuationis; sufrimos porque no conocemos la realidad, solo su apariencia y esa ignorancia nos genera sufrimiento.
De nuevo leemos a Schopenhauer en clave oriental: para el pensamiento Budista la ignorancia es la clave del sufrimiento, esta ignorancia se centra en que:
Creemos que las cosas están separadas entre sí, cuando en realidad todo conforma una unidad.
Creemos que la realidad está destinada a permanecer cuando todo se encuentra dominado por la no-permanencia
Creemos que las cosas tienen una identidad sustancial cuando en realidad no la tienen sino que se encuentran en un cambio constante
Estas realidades: no-permanencia, inexistencia, generan sufrimiento (Dukha en Sánscrito) porque estamos todo el tiempo motivados por nuestros deseos.
En “El amor, las mujeres y la muerte” Schopenhauer confirma con creces este pensamiento; “todo deseo nace de una necesidad, de una privación, de un sufrimiento. Satisfaciéndolo se calma. Más por cada deseo satisfecho ¡Cuantos sin satisfacer¡, Además, el deseo dura largo tiempo, las exigencias son infinitas, el goce es corto y mezquinamente tasado”. Schopenhauer no da cuartel, nuestra situación es lamentable y lo más que podemos hacer es olvidarnos momentáneamente de esta (a menos que emprendamos el camino de la renuncia absoluta, el cual describe en la parte final de “El mundo como voluntad y representación”) sin embargo encuentra una virtud sutil que se desprende del arte (en general) que es la capacidad de observar al hombre y al mundo en su carácter trágico, cómico, patético…pero desde el punto de vista del observador imparcial, un vistazo desinteresado a nuestra propia naturaleza como si no estuviéramos implicados en esa historia, de hecho, el mismo Schopenhauer relata cómo cuando era joven “se esforzaba en representarse todos sus actos como si se tratase de otro “probablemente para gozar más de ellos” (no puedo negar que yo también lo he intentado) a continuación trataré de descifrar, entender el pensamiento de Schopenhauer respecto al arte, partiendo del hecho de que por obvias razones él tuvo mucho más contacto con el arte Occidental de su tiempo que con el arte de otras regiones del mundo; ¿El pensamiento de Schopenhauer respecto del arte se puede entender en un sentido universal? Es decir ¿todo el arte humano en su universalidad sirve para echar una mirada desinteresada a los afanes de la vida, hacerlos aparecer llenos de interés y de encanto?, las cosas solo tendrán atractivo en tanto que no nos atañan…si nos viéramos implicados en la trama ya no nos parecería tan graciosa la historia. En “El amor…” nuestro autor se enfrasca en un análisis de cada una de las bellas artes a la luz de su pensamiento:
La pintura: Esta nos agrada porque nos da la oportunidad de echar una mirada desinteresada al mundo; las cosas no tienen atractivo sino en tanto que no nos atañen, para él la vida no es bella, sólo es bella cuando se representa en un cuadro o una pintura. Schopenhauer no pudo conocer, por supuesto, las corrientes artísticas que surgirían a finales del siglo XIX y en el siglo XX, en éstas corrientes no se está representando propiamente una escena de la vida, o de la mitología, este es el arte subjetivo: cubismo, impresionismo, surrealismo..¿sigue teniendo vigencia el pensamiento se Schopenhauer?, si concedemos que ahora el artista está representando su mundo interior como una manera de expresión, pero que tiende a la universalidad probablemente si siga teniendo vigencia la idea de S., es decir cuando yo veo “El grito” o “El Guernica”, sigo asomándome al dolor universal, pero sigo siendo un mero espectador y por lo tanto lo puedo tolerar.
La poesía: Para S. el poeta es el hombre universal, el espejo de la humanidad quien tiene licencia para cantar la voluptuosidad o el misticismo, revolcarse en el fago o volar en las alturas… a mi parecer esto sigue siendo vigente tanto en la poesía que vino después de S. como en las expresiones poéticas que conoció poco o nada (la obra poética de los pueblos de Mesoamérica, por ejemplo), la poesía tiene el don y la capacidad de representar la tragedia de la vida humana y su castigo de un modo transversal: si el pecado es existir y el culpable es todo ser viviente, no importa sobre quien recaiga el castigo porque todos somos culpables, todos somos el mismo. (ta tvam asi)
La comedia y el drama: me parece una idea muy interesante de S. aquella en la que expresa que la humanidad vista en su conjunto siempre nos resultará trágica, pero vista en su individualidad siempre tendrá aires de comedia, cuando nos enfrentamos a las incidencias cotidianas difícilmente nos enfrentamos a momentos profundos de luz u oscuridad desesperantes, al final de nuestra vida tal vez hagamos un recuento y tengamos que afrontar con resignación el estado de resultados pero hoy por hoy no me preocupa otra cosa más que llegar temprano a casa y prepararme una rica cena. Toda la obra artística posterior a S. confirma a mi parecer esta idea, aún con todas las corrientes artísticas e ideas originales que han sobrevenido… dice Borges que toda la historia de las historias se reducen a la repetición de dos o tres temas recurrentes… a lo mucho. La arquitectura: S. jerarquiza las artes, para él “La arquitectura es inferior. Es la objetivación de la voluntad como un oscuro inconsciente y mecánico impulso de la materia, que sin embargo manifiesta en su interior la lucha o conflicto, la arquitectura “música congelada” solo representa el contexto donde se desenvuelve el drama humano, o el drama de la voluntad es. XX o escuelas como la de Bauhaus donde priva la sencillez y se interpreta el lujo como una afrenta, podemos suponer que este tema no le habría interesado mucho.
La música: Dice Simone de Beauvoir que cuando era adolescente, los libros la salvaron de la desesperación, y que esto fue lo que la persuadió de que la cultura es el más alto de los valores y por lo tanto, es incapaz de considerar esta convicción con mirada crítica , yo afirmo lo mismo respecto de la música, no hay forma en que sea imparcial cuando hablo de música, me apasiona demasiado. De lo que afirma en “El amor…” pareciera que S. comparte esa pasión profunda por la música, de su jerarquización de expresiones artistas la música ocupa el lugar más alto, para él la música es la expresión de la esencia de “la cosa en sí”, nunca del fenómeno y por lo tanto es una manifestación de la voluntad misma, nunca es aplicable solo a un fenómeno del alma en cuanto a su individualidad, nunca expresa “la alegría de A o la tristeza de B” expresa la misma alegría, la misma tristeza el dolor o el espanto, es manifestación de la esencia sin tener que estar en relación con alguna otra cosa, y sin embargo todos (o casi todos) nos conmovemos en determinado momento por ella. En “El mundo...” S. nos dice que la en la melodía reconocemos la historia íntima de la voluntad consciente de sí misma expresada de forma universal, es decir que la música es el canal por medio del cual tenemos acceso, al menos por un momento, a lo que se encuentra detrás del Velo de Maya, el mundo sin epifenómenos sino como una unidad, como cuando parecemos estar al acecho de una profunda revelación metafísica pero nos quedamos en la orilla del océano, apenas vislumbrando aquello que no somos capaces de comprender.
¿En que se parece una melodía a la vida?, para S. es una desviación de la tónica “a través de mil extravíos admirables”, para llegar a la disonancia, al clímax donde volvemos a la tónica y finalmente apaciguamos la voluntad. ¿Qué diría S. de las composiciones atonales de Schönberg?, por no hablar de los experimentos de sonido 13 de J. Carrillo (refiriéndose a los micro tonos es decir aquel que puede encontrarse entre un do y un do sostenido), a la luz de su pensamiento esto podría ser un mero experimento o bagatela o una afirmación del vacío que se esconde detrás de todo fenómeno, ¿si alguien es capaz de conmoverse por una obra atonal, no significa esto una confirmación de que la música es el arte más abstracto y por lo tanto el más cercano a “la cosa en sí”?, pero sigamos viendo que piensa S. de la música. Para S. la acción del compositor es una verdadera inspiración, manifiesta algo que no le viene del el mismo como individuo sino “de fuera” (aunque en realidad S. diría que la voluntad es una misma objetivada en el fenómeno del individuo), el compositor expresa algo que ni el mismo comprende, solo sería un canal para transmitir una esencia; la esencia del mundo.
Sigue manifestándose el efecto del arte como aquello que presta voz a nuestras agitaciones más íntimas pero fuera de la realidad objetivada, por lo tanto libres del sufrimiento concreto, la música es por lo tanto el canal más directo porque es el más abstracto y universal: “la música constituye una revelación más alta que ninguna filosofía” dice L.V Beethoven, yo comparto con Schopenhauer el asombro de que la conformación de la armonía en dos tonalidades pueda expresar por lo menos y con nítida claridad dos emociones: la alegría y la tristeza, el acorde mayor y el acorde menor (lo que define que un acorde sea mayor o menor es la tercera, si esta es una tercera bemol, el acorde será mayor p.ej C-Eb-G conforman un C menor y C-E-G conforman un C mayor), de forma puntual y extraordinaria un acorde menor siempre va a ser oscuro y melancólico, y un acorde mayor siempre será alegre o al menos “contento”.
S. hace un esbozo de etnomusicología cuando nos recuerda que los pueblos del norte generalmente tienen una tendencia al bemol, porque su vida es dura y áspera, por otro lado (esto no lo dice S.) Los pueblos de tierras más cálidas tenderían a componer música con acordes mayores y en ritmos más alegres. Hoy en día tenemos accesos a música de todo el mundo; música hindú (que no puedo dejar de preguntarme si Schopenhauer habrá tenido accesos a ella), música africana, mesoamericana etc… no podemos negar que la música de cada región del mundo parece contener en sus sonidos el alma inexpresable de cada pueblo pero lo que es aún más sorprendente es que seamos capaces de conmovernos por la música de regiones lejanas, como si la música trascendiera todo lenguaje.
Para S. la sinfonía es la expresión más alta de la música (alemán, europeo, post-romántico) dice que “una sinfonía de Beethoven nos descubre un orden maravilloso bajo un desorden aparente, es como un combate encarnizado, que un instante después se resuelve en un hermoso acorde” , a través de la sinfonía (y esto es cierto) hablan todas las pasiones y todas las emociones humanas alegría, tristeza, amor, odio, espanto, esperanza… todo esto con matices infinitos y sin embargo enteramente abstractos, coherente hasta el fin, Schopenhauer recomienda ampliamente el goce de la música, el goce sincero porque es algo semejante a “un baño del alma que purifica de toda mancha, de todo lo malo y mezquino, y pone al hombre de acuerdo con los más nobles pensamientos de que es capaz”, coherente hasta el fin nos sugiere que la música nos quiere recordar algo; que la vida de todos no es más que el sueño de algún espíritu eterno y que cada muerte es, en realidad, un despertar.
¿Puede la música redimirnos? Para S. es claro que no, al final de cuentas la única forma de librarse del apetito infinito es, paradójicamente, dejar de sentir apetito y para lograr esto no hay otro camino que atreverse, de forma constante y disciplinada, a negarse toda satisfacción del deseo, esta es la idea final que cierra la exposición de “El Mundo Como Voluntad y Representación”, la única vía es la del ascetismo, no deja de ser llamativo el hecho de que para un sistema de pensamiento que no contempla a Dios ni a alguna realidad superior, la única vía para cesar de sufrir es la misma que para aquellos esquemas que contemplan a Dioses, por eso mismo S. veía en la religión Cristiana alguna que otra cosa de valor.
Me parece que el pensamiento de Schopenhauer es uno en el que podemos abordar casi cualquier tema (el amor, la política, la religión, el arte) y leerlo en clave “Schopenhaueriana”, esto ocurre porque es una filosofía que se asiente firmemente en un punto clave: la única realidad última es la voluntad. Nuestras vidas, nuestros anhelos y nuestros egoísmos mezquinos no son más que manifestaciones de esa voluntad que en este mundo se manifiesta como una voluntad irracional y sin sentido que se afirma en el mero vivir; nada es lo que aparenta (Schopenhauer el lector de los Vedas); el amor no es amor, es una celada de la naturaleza… el arte nos conmueve porque es universal, no me habla a mí, le habla a lo universal que hay en mi… la política, no es más que el juego de los egoísmos contrapuestos… la justicia es el modo de contener al más fuerte sobre el más débil… y un largo etcétera, si otorgamos crédito a la idea originaria todo lo demás tiene sentido, como un edificio que se asienta firmemente sobre un cimiento que puede o no ser real. Elegí hablar de la música porque no puedo negar que es una fuerza tremenda que nos mueve, aun cuando no seamos conscientes de ello, baste mirar a las personas en un concierto donde, parafraseando a Cortázar: “se vive la ilusión de estar juntos al margen del mundo. La creación de una atmósfera donde la música afloja las resistencias y teje como una respiración común, la paz de un solo enorme corazón latiendo para todos, asumiéndolos a todos” , Schopenhauer el misántropo se conmueve ante la belleza de la música. Al final, tomemos o no el camino del asceta, podemos acceder si nos damos la oportunidad a esa otra realidad “la que de verdad nos importa” y redimir -aunque sea por un momento- todo el dolor del mundo.
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